Tuesday, October 24, 2006

algodón

Se esconde tras la muralla ese pedazo olvidado de inspiración que se me cuela por las plantas. ¿Serán dos momentos parte de uno? ¿Se presentarán a granel las oportunidades?

Tal vez haga mal las cosas
Tal vez del cuerpo maldito de mujer pueda sacar conclusiones.
Tal vez me escuchen los odios, las malas contiendas.

Tal vez pueda con mi humo perpetrar oídos amargos y llenarlos de súbita caricia.

Sentirse culpable por ser libre, la última gota que del techo se despide.
Estrujar el presente hasta hacerlo futuro.
Llenarse de goma las manos y pegarme al mundo como nunca antes, como lo exige la disonancia de opiniones sobre mí, el gran gran pendejo.

Errabundo, Máquina inducida a no controlar el mundo,
A no ser el mismo que llora en el espejo,
A no caminar descalzo sobre las alfombras invisibles.

Qué son dos más, qué son dos menos estando tan lejos, ahuyentando arpías, resembrando venenos que sin querer se inoculan a mi alrededor.

No pido experiencias sensoriales ni mucho menos amores obsesos que me opriman el cuello. No te pido quedes exhausta sin mirarme a los ojos y no espero más que angurrientas mañanas haciéndome guiños con las manos, de nuevo, pegadas al mundo.

Es que no logro entender ni pretender, qué es lo que hace que Lima me repudie de esta forma vía mail vía teléfono caliente que se desintegra en mis manos y me altera el espíritu. La paz es grande cuando se puede sentir el sabor del cielo, más no cuando las llamas solo producen calor. La paz es extraña cuando de su centro expele un ligero tufo acre y mal elaborado.

No me cuentes historias que conozco, no me digas que doy miedo, que una suerte de psicopatía recorre mis dedos cual calco fascinante de la lejanía.

Oblígame a pensar
A esterilizar el ambiente magullando las sombras que han quedado vivas después del incendio.

Destapa este primer punto y guárdate la savia espumosa donde mejor aplaque la ceguera.

No contaré los minutos ni las horas
No dejaré que el barranco caiga sobre mí muchas veces más
No estaré preparado el día que los ojos se disparen sobre mí y me obliguen a voltear.