Monday, July 16, 2007

Las cuatro chicas y el tipo encantador

Ellas no se habían dado cuenta de que me la estaba pegando. Es que, si les digo la verdad, locales, como ya expliqué alguna vez, si la sustancia es de calidad óptima nunca aparecerá una mueca en tu boca ni un signo de brutal apariencia coquera como el continuo snif snif que sale por inercia. Cuando el equilibrio entre trago y clorhidrato es el adecuado uno se convierte en el súper sayayín del floro, en el caballero dorado del intelecto punzante, en el Platón más heterosexual de nuestros tiempos, en el portador del anillo más interesante de todos los portadores del anillo que hayan existido (3). Ellas eran cuatro. Yo estaba de pie en las gradas del Oso, el bar ése que no visito desde hace tiempo. Estaba de pie en las gradas abrazando una columna. Ellas cuatro estaban al frente mío… y mierda que parecía un profe bien churro dando a sus alumnas la mejor lección de sus vidas. Que las batallas campales en Ruanda tal cosa, que la intrincada consistencia de tal otra cosa, que qué linda te ves hoy día con tus labios rojitos, que qué bonitas tus sandalias, tus bikinis de los pies, qué lindos tus deditos y tu cuerpito. Y todo un cartucho inacabable de incoherencias entremezcladas pero tan bien dichas que ellas no podían ocultar su desmesurada apertura de ojos, su boca entreabierta y sonriente, sus orejitas paradas esperando más más más. ¿Quieren más? Querían más. No sé cómo terminé recitando la primera cuarta parte del rey león, empezando con la canción “el ciclo sin fin”, pasando por zazú diciendo “¿nunca te dijo tu madre que no jugaras con tu comida?” y creo que acabó en “yo quisiera ya ser un rey”… dios mío, la había visto tantas veces. De las cuatro conocía a una; su nombre empezaba con D y era (y seguro sigue siendo) de los más linda e inteligente. Terminé la perorata y empezaron sus risas; sus sonrisas amables; sus sonrisas de “quién es este patín, que de dónde ha salido, que tiene un no sé qué”. Lástima señoritas,,, en la realidad soy más áspero que eso, más tenebroso que eso y bastantísimo más aburrido que eso. Yo sólo quería escuchar algo, me moría de ganas de escucharlo, no me importaba más que escucharlo para luego irme al baño y desaparecer entre más barullo, gente y demás. Y lo escuché. “Oh, así con tu sacón y tu camisita cuadrada y todas las cosas que has dicho, puedo decir que eres un hombre encantador”. (Excelente: dijo “sacón” y no “saco largo”… dijo “camisita” y no “camisa”… dijo HOMBRE y no “chico”… y dijo lo que estaba esperando: “encantador”). Gracias flaca, punto final, permiso, voy al baño. Esa noche terminé bailando con D una canción de The Cure en una disco que luego me enteré era de esas tipo las que cerró el alcalde de Miraflores. La acompañé a su casa, y yo creo que ya se había dado cuenta que me la había estado pegando… pero ella es y ha sido tan linda, que no me dijo nada más que palabras amables y no me dio otra cosa más que sus manitos para seguir bailando. Gracias chochera, donde quiera que estés.

5 Comments:

Blogger Pappo Banton Texaco said...

oe compare ya deja... el saco y la camisa cuadrada. jeje.

2:36 AM  
Blogger Valentina said...

hombre encantador, encantador de serpientes parece que te pones con las chicas!

1:28 PM  
Anonymous Anonymous said...

con e de erre y de enkantador :)

9:38 AM  
Blogger Rafael Pabón said...

No tengo idea si esta historia es autobiográfica o no, pero me gustó, la verdad que nunca he probado el clorhidrato, pero el alcohol sí y vaya que me suelta la lengua y me transforma un buen conversador.

9:26 AM  
Blogger Pappo Banton Texaco said...

d�nde est� sr. Erre, extra�amos sus historias

3:05 PM  

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