Thursday, June 21, 2007

Tiro Penal (o "no me pegues, Arnie")

Dedicado a L, la amiga de los ents, por hacerme recordar esto.

La historia comienza en una reunión de redacción de una revista de espectáculos. Trabajar en ese tipo de prensa es una injuria para a quien poco le importan los escándalos en la tele: jamás me interesó el cholito sotil andando de la mano con un marica o lo que piensa Andrea Montenegro (ay mamá, qué rica que está) sobre las nuevas tendencias de la moda. Pero bueno, chamba es trabajo y viceversa. No queda otra. En las reuniones se repartían los temas y la agenda de la semana, la revista en ese entonces acababa de salir y era todo un récord de venta (el primer número se agotó el mismo día que a salió a las tres de la tarde). Ya se imaginarán a qué revista me refiero. Me da un poco de vergüenza nombrarla, pero sólo les diré que la dueña es dientona y tiene el pelo rojo (y a veces anaranjado). Volvamos a la reunión. Al hablar de la ex miss Perú Marina Mora se pasó a hablar de su ex enamorado Arnie Hussid. Al israelí lo encerraron por enviar droga por correspondencia (me pregunto si tan sólo abrieron el sobre o si un pastor alemán adicto la olió en una). Eso no me incumbe pero a los editores sí. “Que alguien vaya al penal a visitarlo y entrevistarlo, que cuente cómo le está yendo, cómo es vivir en la cárcel”. ¿Al penal de Lurigancho? JA “¿Y quién será el pobre iluso al que mandarán a ese infierno?” pensé yo, inteligentemente. Todos me miraron. Claro pues, miren al más alto y más “fornido” de todos… claro, manden al que tiene pinta de terruco cuando no se corta el pelo y no se afeita. Claro, mírenme a mí, cabrones. A mí me toca.
¿Y cómo hago?
Di que eres su pata.
¿Y luego?
Ya tú ve.
Si en esos tiempos no hubiera sido tan pero tan huevón, le hubiera roto la cara al editor o le hubiera dicho “a ver anda tú pues”. Pero bueno, acatar, obedecer, oler pedos para ser alguien en la vida (luego aprendí que eso no es tan necesario).
Los días de visita en el penal de “máxima seguridad” de Lurigancho son los sábados. Salí temprano sin saber qué mierda hacer. Ahora entiendo lo que sintió Frodo al ver de lejos la oscuridad de Mordor, pero puta madre, él iba a salvar a la humanidad a pesar que luego el cabrón se quiso quedar con el anillo; yo simplemente recibía órdenes… no había participado en ningún concilio en Rivendel ni me había acompañado el rey de Gondor en mi periplo. Simplemente estaba ahí parado en medio de ese terral, con una muralla grande en frente y detrás, como picos tenebrosos, se alzaban pabellones con ventanas enrejadas. Sentía el olor de la muerte blandir sus armas más oxidadas en ese lugar; sentía que esa fortaleza regurgitaba el hedor de la maldad, de la desesperanza, del miedo. Lo sentía, y yo tenía que entrar ahí, puta madre.
Primer problema: En el camino para llegar a la Black Gate, hay muchos quiosquitos que venden huevadas para los “internos” (comida, enceres de limpieza, cigarros, etc.) Un orco, perdón, un tombo vigila esa parte. El tombo me mira y de arranque me dice “Usted no puede entrar con ese pantalón”. Mi pantalón era negro, y era de buzo. Puta madre, cómo que no. Así es, no sé cómo será ahora o si ese conchán quería joder la paciencia, pero no se podía. En los quiosquitos (oh, esto sólo pasa en este país), alquilaban pantalones a tres soles (azules, corduroy, horribles). Una aclaración: mido 187 centímetros y peso cerca de 100 kilos. ¿Cómo encuentro un pantalón 36 lo suficientemente largo? “36 no hay casero, tengo 34”. La puta que los ha parido a todos, con un demonio. “¿Y dónde me cambio?” “Aquí en el terrenito”. El terrenito estaba lleno de caca, igual no sé cómo pero entré en el 34, aspirando muy muy duro, como si fuera mi último respiro de vida, para que me cierre el pantalón. Me cerró (dolor dolor dolor). Listo. Ahora comprar comida para el “interno”. Olía rico; le compré pollito con papas, gaseosa, fruta y demás cosas para sobonearlo y tratar de explicarle que era un periodista que trabajaba para la conductora de televisión que él más odia. Qué linda situación, carajo. Una cola enorme, gigantesca. Caleteé mi cuaderno de apuntes entre el pollito con papas y la gaseosa. Para entrar hay que bajarle billete al policía de la puerta; luego, al policía que vigila la entrada a los pabellones; luego, al policía que vigila el pabellón en sí y así sucesivamente. No crean, si nunca han ido a visitar a alguien a un penal peruano, que es como en las pelas gringas que está el vidrio al medio y que por un telefonito hablan todo lindo. NADA. Al entrar a la zona de los pabellones, estás totalmente solo; total y completamente abandonado en el patio de reclusos, nadie te guía, nadie te dice a dónde ir, sólo te dicen “tal pabellón” y nada más. Y ahí estoy yo, con mi bolsa de pollito con papas, con mi cara de “quiero a mi mamá y su leche tibia con cocoa” y a unos siete reclusos con cara de “te violo si me miras” acercándose a mí repentinamente. Ya me habían avisado antes, hay que conseguirse a un pata que te guíe, le bajas un billete y él te escolta a la puerta del pabellón al que quieras ir. Hay un chato con pinta de Marca del Jockey Plaza, me dice que por quince “míseras moneditas” me lleva tranquilo a donde yo quiera. Atraco. Me dice que a quien busco, le digo, se ríe y me guía. Me deja en la puerta del pabellón y desaparece. Gracias choche. En la puerta del pabellón (que mide como seis pisos) hay otro tombo y un patita sentado con un cuaderno. Me pregunta a quién busco, le digo, apunta mi nombre y mi parentesco: “amigo”. Le bajo plata, al tombo también. “Tercer piso, celda X”. Ah ya, o sea que tengo que subir sólo. ¿Ya dije “puta madre” antes? ¿Sí? Entonces cambiaré: CONCHESUMADRE. Subir solo, tres pisos. En las escaleras hay pasteleros de todo tipo (¿no que es de “máxima seguridad”?), a lo lejos escucho cánticos evangelistas, subiendo me ofrecen de la buena y me siguen preguntando a quién busco. Llego: celda X, tercer piso. Está abierta. Entro. Imaginaba una celda calata, pero la verdad que no parece tan tan incómoda. Una tele, estantes, cama, ventilador, baño aparte. Hay tres patas sentados a mi derecha. Me observan. ¿Y Arnie? Arnie acaba de salir de la ducha, sale en toalla con el torso desnudo (hace ejercicios el cabrón este). Sonríe.
- Hola, qué tal – me dice.
Me siento ciertamente tranquilo, está sonriendo, parece feliz que alguien lo visite.
- Pasa y siéntate -. Paso y cierra la puerta (se me encoje el culo).
Su cara cambia.
- ¿Qué quieres?
- Mira, te traje esto.
- Gracias. ¿Qué quieres?
¿Han visto al Chavo tratando de explicar alguna travesura agarrando su tirante y diciendo “pus.. pus… pus…”? Pues así me sentía yo. Le expliqué, amablemente, que lo venía a visitar para que me cuente cómo le estaba yendo, que qué tal la cárcel, que si es bonito… Estúpido, ¿Cómo va a ser bonito?
- De dónde eres.
Tengo que decirle, se lo digo. Mamá, el Arnie miró a sus tres patas (no parecían muy pacíficos, posiblemente al menos uno de los tres había probado sangre humana), sus tres patas lo miraron a él. Arnie suspira, me mira a los ojos, yo trato de no quitarle la vista de encima para no parecer marica.
- Safa compadre, safa ahorita. No vaya a pasar algo – me dice.
Coño… me pongo de pie y le digo gracias. Arnie me abre. “Ya compadre, sales, huyes, recoges tu DNI (que lo retienen mientras estás adentro), tomas un taxi, llamas a tu jefe, lo mandas a la mierda y nunca más regresas”. Ese era el plan. ERA. Arnie sale conmigo y hace algo inesperado: llama a un policía.
- Jefe, jefe, aquí este individuo dice que es mi amigo pero yo no lo conozco. Es P-E-R-I-O-D-I-S-T-A.
El policía calvo medio gordo me mira con ojos de drácula cuando escucha la palabra “periodista”. Demonios, ¿por qué nos odian tanto? ¿Será que podré contar la cantidad de monedas que hay que bajarle a los policías para entrar? (lo hice, eso sí hice).
- Venga conmigo – me dice el tombo (más tombos, maldita sea).
- Chau Arnie, gracias – le digo. El sonríe, triunfante.
Lo sigo y me llevan a un cuarto con, oh sorpresa, una mesa, una máquina de escribir, un mapa del Perú y un estante lleno de DNIs. Hay un, imagino, capitán sentado que me recibe con mirada muerta. Le dicen que soy PERIODISTA y me mira feo, de nuevo.
- Señor, ¿sabía usted que es ilegal ingresar al penal de la forma como usted lo ha hecho?
- Sí jefe.
- ¿Sabía que podemos retenerlo aquí hasta que venga alguien idóneo para sacarlo?
- Sí jefe.
- ¿Sabía que esto quedará en su historial?
- Por favor jefe, estoy cumpliendo mi trabajo. Sé que estuvo mal, pero mire pues jefe, tengo una familia qué mantener así joven como me ve. Por favor.
- ¿Qué podemos hacer, joven?
- Jefe, creo que usted y yo sabemos que podemos llegar a un acuerdo que nos facilite las cosas a ambos. No le quiero quitar su tiempo y yo la verdad que quiero ir a romperle la cara a mi jefe.
El capitán me sonrió, realmente me sonrió. En la mente le agradecí a mi viejo por todo su floro durante tantos años. Puse un billete sobre la mesa. El capitán lo tomó, me miró y me dijo que no quería volverme a ver nunca más por acá.
- El deseo es más que mutuo, oficial – le respondí ya sonriente, ya ad portas de
abandonar Mordor, ya ad portas de escribir una nota describiendo la corrupción del penal y lo mal que me trató Arnie (que seguro se comió bien rico su pollo con papas) y ya ad portas de renunciar a ese trabajo. Pero lo entiendo, si yo fuera él, me hubiera sacado la entreputa, y luego recién le decía al policía que era, para mal de todo este país, PERIODISTA.

4 Comments:

Blogger Valentina said...

eso te pasa por alto y fornido, pero bien, buena experiencia para una buena historia.
acá también alquilan ropa afuera de los penales, en especial faldas para las mujeres en su visita dominical.

8:55 AM  
Blogger aNdRe$! said...

jajajajajajaja brother que bueeeeena! ala pero en serio serio weon, me bajas la moral :( yo estudio comunicacion psss pero bueno... jaja el penal es una mierda, lo he visto de cerca cuando fui a ver a un pata; los evangelistas no venden de la buena; y ese weon de arnie me llega al glande! en serio! una vez de casuela le meti un hombraso en su depa de san isidro (iba al depa de mi pata) el weonazo (x lo grandote) me miro, vi a su alrededor y como no estaba en el penal me dijo sonriendo "hola amijo" jaja tremendo pavo! (de hecho q en otro lado me saca la conchesumare)

Suerte * Tu blog me parece demasiado de ptm .

9:41 AM  
Blogger Pappo Banton Texaco said...

debo admitir, Erre, que a mi tampoco no me caen los periodistas por tal y cual razón. Obvio que siempre hay escepciones como tú y otros periodistas más que salieron de mi universidad.

oe te hubieras llevado el pollito um.

1:05 PM  
Anonymous Anonymous said...

Ay ke puto el Arnie! ja!
Y pensar que solo me faltaba un ciclo para terminar periodismo. Tengo varios amigos que se han tenido que hacer un lugar en la prensa de espectáculos y la verdad es que todos están ahí por que chamba es chamba y punto.

4:54 AM  

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